Por las tardes iba a clase y me imaginaba a mí misma realizando todo tipo de actos sexuales con los profesores y el resto de los alumnos. Después, en mi habitación, me masturbaba como una loca. Llegó un día en el que no podía más. Tenía que tener sexo ya, como fuera, con quién fuera.
Aquella tarde, tras salir del curso no cogí el autobús para irme a casa como hacía habitualmente y me puse a pasear sin un rumbo fijo. Llegué a un barrio que no conocía y me metí en un bar. Pedí una cerveza y empecé a mirar alrededor. El camarero era un tipo bastante feo, de unos 50 años, con una pinta de guarro que echaba para atrás. Descartado. Dos chicos de veintitantos años apuraban sus cervezas antes de irse. “Mala suerte -pensé- otro día será”. Quedaba un hombre de unos 40 años, bastante atractivo para su edad. A por él.
Me senté en un lugar dónde pudiera verme, y empecé a mirarle. Cuando él me miró, mantuve la mirada unos segundos, después bajé la cabeza y me desabroché un botón de la blusa. Miré de nuevo. Estaba sorprendido, pero sonrió. Yo también estaba sorprendida, para mis adentros: nunca había hecho algo así, y estaba nerviosa, pero seguí adelante. Repetí la jugada otras dos veces mientras tomaba mi cerveza. Cuando acabé, pagué y salí dedicándole una sonrisa. No pasaron ni cinco segundos antes de que saliera detrás de mí.
Antes de que abriera la boca, le dije con voz mimosa que era nueva en la ciudad, que no sabía dónde estaba ni cómo llegar a mi casa. Tal y como esperaba, se ofreció a llevarme en su coche, previa parada en “algún lugar tranquilo”, claro. Estaba nerviosa. En una ciudad que apenas conocía, en el coche de un hombre desconocido que podía llevarme a cualquier parte y hacerme cualquier barbaridad. Pero por otra parte,lo insólito de la situación y,el pensar que iba a acabar follando como una loca, sin más complicaciones, me estaba excitando a tope. Por fin aparcamos en un descampado.
Se inclinó sobre mí, rozándome la oreja con los labios.
-¿Qué tal aquí, nena? ¿Vas a acabar de quitarte esa blusita tan mona? Y empezó a besarme el cuello y bajar por el escote, buscando mis pechos. En ese momento dejé de pensar en la locura que estaba haciendo y perdí definitivamente el control. Me quité la blusa y me saqué las tetas por encima del sujetador.
-Mmmm,vaya par de tetas que tienes, zorrita –dijo, chupando un pezón mientras me pellizcaba ligeramente el otro. Dejé escapar un gemido de placer.
-¿Te gustan,cielo? Son para tí. Entonces me cogió la mano y la puso sobre su entrepierna, diciéndome: - Esta también es para tí, guapa. Para que te la metas por dónde quieras.
Tenía la polla durísima y, por lo que se notaba por encima del pantalón, de buen tamaño. Le abrí la cremallera y le bajé los calzoncillos. En efecto, era grande, sin llegar a enorme, y estaba a tope. Soplé suavemente sobre ella y empecé a chupar la punta, muy despacio. Él echó la cabeza hacia atrás y soltó un gemido. Seguí chupando, despacito, hasta que me metí prácticamente toda la polla en la boca. Entonces la saqué y froté la punta con mis pezones. Él se quejó.
-¡Sigue zorra, sigue! ¡Chúpamela hasta el final! No me lo pensé dos veces y obedecí, comenzando a chupar otra vez, primero despacio, luego más deprisa, mientras le acariciaba los huevos. Él gemía loco de placer. Entonces me paré y me senté en el asiento.
-¡¿Qué haces, por qué te paras?! Antes de que acabara la frase me quité la falda que llevaba y, por la cara que puso, me alegré de haberme puesto aquel conjuntito negro de tanga y medias con liguero.
-Si te la chupo hasta el final no te van a quedar fuerzas para lo demás… -Muy bien pensado… ¿Qué tal si vamos atrás? -Buena idea, vamos.
Salimos del coche. Una suave brisa acarició mi cuerpo casi desnudo y me excitó aún más. Me tumbé en el asiento trasero y me quité el tanga. Él entró detrás.
-Voy a echar el seguro. Suele haber mirones por aquí… Es una zona de putas.
La idea de que nos estuvieran mirando me dio muchísimo morbo, y le grité:
-¡Fóllame! ¡Vamos, fóllame ya! -¿No puedes esperar,eh,guarra? Tranquila que voy a darte lo tuyo.Se puso encima de mí y me la metió de golpe, haciéndome gritar.
Después empezó a moverse hacia delante y atrás, cada vez más deprisa, mientras me estrujaba las tetas como si quisiera ordeñarme. El placer era cada vez más intenso y finalmente me corrí, chillando sin pensar que alguien pudiera escucharme. Él estaba a punto también.
-¿Puedo correrme en tu cara,zorra? En las tetas – contesté rápidamente - Córrete en mis tetas.Me quedé algo sorprendida de mi respuesta pues era algo que nunca había hecho. Más tarde recordé que lo había visto en una película porno y me gustó.
-En las tetas entonces – me sacó la polla y como pudo (por lo reducido del espacio),me la acercó a las tetas mientras se corría, dejándome manchadísima de semen. Después se retiró y nos quedamos un rato allí, descansando.
-Tenías que irte a casa, ¿no? ¿Dónde vives?
No le dije la dirección exacta, sino una inventada que quedaba bastante cerca. A fin de cuentas, no dejaba de ser una locura, aunque sería más fuerte lo que vino después.
Mientras me llevaba en coche, atravesamos una de las principales avenidas de la ciudad. El paisaje era bien distinto al de día. A ambos lados de la carretera se exhibían las putas callejeras, en busca de clientes. Y el espectáculo, triste y morboso al mismo tiempo, me dió una idea…
