El hombre comienza a masturbarse, y desde el principio ve perturbada su placentera actividad por la típica mosca cojonera: zaca, zaca... "¡Puta mosca!" zaca, zaca... "¡Puta mosca!" zaca, zaca... "¡Puta mosca!"... Y así, sucesivamente. Y la mosca no se va... Pero impera la necesidad y el hombre no cesa en su empeño, continuando con el "zaca-zaca" hasta que, al fin, se acerca al clímax. En ese instante, y con los ojos casi cerrados, giró la cabeza y dirigió suavemente sus labios hacia la mosca, que permanecía impasible sobre su hombro, para suplicarle con dulzura: "Dame un besín, dame un besín, dame un besín..."
