Últimos escalones y llega exhausto, las fuerzas le abandonan, la vista le falla... A duras penas, arrastrándose y gateando, consigue alargar su brazo y llamar a la puerta.
En ese mismo momento que suena el timbre, la señora de la casa recién acababa de salir de la ducha: "Ay, mi marido... ¡Qué pronto llega hoy...! Humm... con lo cachonda que estoy... Creo que le Voy dar una sorpresa."
Y la hembra desnudita y excitada se apresura a recibir a su esposo, pero abre y no es él, sino el hombre vestido de naranja.
El butanero permanecía de rodillas; sus ojos, casi cerrados por el agotamiento y empañados por el sudor, conectaban directa y linealmente con el sexo desnudo de la señora. Muy despacito, acercó su mano acariciando suavemente el vello púbico de la mujer, y le habló cariñosamente: "Rizosín, rizosín... Guapo... Dile a tu mamá que está aquí el del butano."
